'I dream of things that never were and think: why not?"
- George Bernard Shaw
-José E. Muratti
Según la mitología griega, Prometeo fue un titán - deidad antecesora a los dioses del Olimpo - que se roba el fuego (símbolo de la inteligencia, las artes y las ciencias) y se lo entrega a los humanos, por lo cual es amarrado por Zeus a una piedra y obligado a comerse su propio hígado.
Con algo de imaginación es posible asociar a los EEUU con Prometeo sobre todo por el rol que han ocupado mundialmente a partir del siglo XIX. Pero Prometeo no deja de ser una figura trágica asociada a la traición.
El columnista del New York Times acaba de publicar (6 Noviembre 24) una columna titulada "Dejemos de fingir que Trump no es quien somos nosotros" (Stop pretending Trump is not who we are").
Tal vez no es casualidad que sea un "latino" quien enfrente a los estadounidenses y a cerca de la mitad de los votantes en Puerto Rico, con quién es Trump y quiénes son ellos.
Su nuevo eslogan podría ser: "Todos somos Trump" y una mayoría del electorado lo ha confirmado.
Somos muchos los que hemos denunciado los abusos de poder de los EEUU desde que sus inmigrantes europeos invadieron el continente norteamericano, impusieron sus empresas y sistema de gobierno en Latinoamérica y gran parte del mundo, y desde que controlan gran parte de la economía global para menoscabo de las regiones más pobres.
Y, para muchos, paradójicamente, no somos "antiamericanos" de la misma forma que al denunciar la corrupción del PNP no somos anti-estadoístas, o porque denunciemos el cobijo de los sacerdotes pederastas, no somos anticatólicos. Estamos en contra de la desigualdad, los prejuicios y el atropello de quienes ostentan el poder.
Dicen los terapeutas de las adicciones que el primer paso hacia vencerlas y superarlas es reconocer que se las padece. Los estadounidenses necesitan reconocer que, en la práctica, no siempre han sido lo que celebran de sus ideales y que sus prácticas, no sus prédicas, revelan una sociedad amplia y consistentemente racista, misógina, xenófoba, avara y clasista que siempre ha privilegiado el color de la piel y el capital sobre cualquier otra característica.
Donald Trump es el perfecto ejemplo de la elevación del privilegio por sobre cualquier virtud promovida por todas las religiones y la Constitución de los propios Estados Unidos.
Si hay alguien que ha personificado los siete pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza) y ha violado - que sepamos - seis de los Diez Mandamientos (Amarás a Dios sobre todas las cosas; No cometerás actos impuros; No robarás; No darás falso testimonio ni mentirás; No consentirás pensamientos ni deseos impuros; y, No codiciarás los bienes ajenos), es este billonario que ha fracasado en todas sus empresas excepto acumular bienes raíces con dinero de su padre y endeudarlos al punto que los bancos no pueden quitárselos sin perder.
Donald Trump ha sido convicto en 34 casos por fraude y enfrenta otros tres casos criminales estatales y federales por, desde incitación a motín hasta traición. Ha demostrado no tener ningún respeto por la mujer ajena, la propia y hasta su propia hija. Ha traicionado a su propio país con su principal adversario. Ha violado las normas, principios y el decoro, propios de la presidencia. Ha utilizado su poder político para atacar a sus contrincantes. Ha difamado a adversarios y miembros de su propio partido. Ha sido calificado como fascista por sus principales asesores militares. Y, ha dicho que cancelaría parte de la Constitución y sería "dictador por un día". El 5 de noviembre no menos del 50% de sus compatriotas lo han reelegido a la presidencia.
El psiquiatra y psicólogo suizo Carl Jung dijo alguna vez: "Eres lo que haces, no lo que dices que harás".
La reelección de Donald Trump revela que los Estados Unidos ha sido y es lo que hace, desde la sociedad mundial más inventiva y productiva desde el siglo XIX, hasta la más depredadora, racista e imperialista, también desde finales del siglo XIX y principios del XX.
Hay un refrán que dice, "lo cortés no quita lo valiente". Se podría argumentar que "lo productivo no quita lo depredador". Solo que, al presente, la avaricia que le ha caracterizado y de la cual Trump es el vivo retrato, nos demuestra que el "hombre que quiso ser rey" y la nación que lo forjó, han comenzado a comerse sus propias entrañas. El resultado es previsible.
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